Por: Diana Ardila, Directora Regional de Ventas del Cono Norte.
Hoy en día, garantizar una buena calidad del aire interior (CAI) en oficinas, tiendas y edificios comerciales ya no es un lujo, sino una necesidad. Estudios como los de la Universidad de Harvard demuestran que una mala ventilación y altos niveles de dióxido de carbono (CO2) reducen la concentración, provocan fatiga y afectan la función cognitiva. Por ello, cada vez más empresas implementan sensores de calidad del aire (IAQ, por sus siglas en inglés) para mejorar la salud, seguridad y productividad de sus espacios.
Estos sensores forman parte del crecimiento del Internet de las Cosas (IoT) en edificios inteligentes, midiendo factores como CO2, humedad, temperatura, compuestos orgánicos volátiles (COV) y partículas finas (PM2.5 y PM10). Integrados con sistemas de videovigilancia, control de acceso y automatización, permiten a los administradores tomar decisiones en tiempo real, optimizando recursos y reduciendo riesgos.
La mala calidad del aire no solo afecta el bienestar físico, sino que también representa un riesgo económico. Disminuye la productividad, aumenta el ausentismo laboral y puede provocar una baja en la ocupación de los inmuebles. Además, el monitoreo constante de la calidad ambiental interior ayuda a cumplir con certificaciones como LEED, que hoy marcan la diferencia en un mercado competitivo.
Otro beneficio clave es la capacidad de actuar de forma proactiva. Los sensores IAQ pueden activar alertas ante niveles peligrosos de contaminantes, permitiendo ajustes localizados en los sistemas HVAC (calefacción, ventilación y aire acondicionado), lo cual mejora la eficiencia energética y prolonga la vida útil de los equipos. A futuro, la incorporación de inteligencia artificial permitirá anticipar fallos y realizar mantenimiento predictivo, elevando aún más los estándares de gestión en edificios comerciales.
Además, al ofrecer información precisa y continua sobre las condiciones del ambiente interior, los sensores de calidad del aire también hacen sentir seguros a los ocupantes. Las personas se sienten protegidas cuando tienen acceso a datos ambientales que confirman que el espacio en el que trabajan o visitan es saludable. Esta transparencia genera confianza, mejora la experiencia y puede incluso ser un diferenciador para atraer talento en entornos corporativos cada vez más competitivos.
Invertir en sensores IAQ no solo protege la salud, sino que también impulsa una gestión más eficiente y sostenible de espacios y ambientes. A medida que la tecnología evoluciona, estos dispositivos se integrarán cada vez más con otros sistemas inteligentes, creando entornos que se adaptan automáticamente a las necesidades de los usuarios. En definitiva, la calidad del aire interior se consolida como un elemento estratégico en la operación de inmuebles modernos, alineando bienestar, eficiencia y rentabilidad.