Por: Marcos Razón, director general de HP Inc. para América Latina
En las últimas dos décadas, Latinoamérica ha logrado algo sorprendente, ha tenido un progreso importante a pesar de sus arraigadas tradiciones culturales para reducir la brecha de género.
De hecho, según el Foro Económico Mundial, la región había eliminado alrededor del 72 por ciento de la división entre hombres y mujeres en los campos económicos, políticos y de salud a finales del 2019, el segundo mejor resultado en el mundo después de Europa Occidental. Las mujeres ocupan ahora un tercio de los puestos en las legislaturas nacionales en Latinoamérica, y aproximadamente la mitad en México, Bolivia y Costa Rica superan en número a los hombres en los institutos de educación superior de la región y también constituyen un mayor porcentaje de la fuerza laboral.
Sin embargo, todavía existen motivos para preocuparse. Muchas entidades, como el Banco Mundial, advierten que el COVID 19 podría debilitar el progreso en equidad de género en Latinoamérica y no podemos permitir que eso suceda.
La notificación que hizo el Banco Mundial en mayo pasado podría haberse sentido un poco inoportuna. Después de todo, la pandemia apenas empezaba a extenderse a nivel global, y la mayoría de la gente tenía otras preocupaciones más grandes. Para el ciudadano promedio en Latinoamérica las causas sociales palidecieron en importancia, y, por lo tanto, podían esperar.
Pero ahí está el problema. En cualquier crisis, las personas desatendidas son las que más sufren, y sus necesidades y aspiraciones por lo general tienen que batallar para encontrar nuevamente su camino. Esto es lo que debemos considerar: más mujeres que hombres trabajan en las industrias que han sido más afectadas en Latinoamérica, incluidas las minoristas, la hospitalidad y el turismo, según el Banco Mundial. Y como tal, el desempleo está aumentando rápidamente entre las mujeres. Muchas también han sido forzadas a abandonar la escuela para cuidar a sus hijos y otros seres queridos que repentinamente han empezado a estudiar desde casa, están en cuarentena o se han enfermado.
No podemos dejar que esta situación se convierta en una excusa para llevar la equidad de género a un segundo plano. Los propietarios y líderes de las empresas debemos tener en mente que todos podemos ser definidos y juzgados por las muestras de apoyo y compromiso hacia las personas —o la ausencia de esas muestras— durante esta experiencia.
Por ejemplo, la junta directiva de HP está integrada por un 52% de minorías y un 42% de mujeres. Casi 1 de cada 4 personas en cargos ejecutivos que se reportan directamente al CEO, Enrique Lores, son mujeres. Aproximadamente un tercio de los empleados en cargos directivos o superiores —muchos de ellos en posiciones de liderazgo en toda Latinoamérica— han sido mujeres. Y alrededor de una cuarta parte de los puestos técnicos también han sido desempeñados por mujeres.
Un informe de McKinsey, por ejemplo, descubrió que las compañías con un mayor número de mujeres en los equipos ejecutivos tenían un 21 por ciento más de probabilidades para lograr mayores ganancias, y eran un 27 por ciento más propensas a demostrar una creación de valor superior. También determinó que una mayor equidad de género puede crear de 1.1 billones a 2.6 billones de dólares en PIB en Latinoamérica para el 2025; este tipo de impulso financiero sería de una enorme utilidad para muchos negocios y familias en apuros.
Les pido insistentemente a mis compañeros líderes de empresas que se mantengan fieles a su humanidad en esta crisis y que continúen los esfuerzos para cerrar la brecha de género porque es lo correcto para las compañías y los empleados. También solicito a las empresas que reconozcan que el compromiso con una causa que vale la pena puede ser tan rentable como cualquier otro de sus objetivos y que no deben interrumpir los esfuerzos para cerrar la brecha de género durante esta pandemia.