Si nos remontamos a los años 60, es fácil creer que nadie imaginaria que hoy en día todo lo que nos rodea depende de Internet, desde las comunicaciones y las redes sociales, hasta las transacciones financieras. Se estima que hay 4.000.000.000 usuarios de Internet, por esto, resulta difícil pensar qué haríamos sin conexión a Internet. Nos encontramos en una nueva era tecnológica, en donde absolutamente todo pasa por Internet, no sólo las comunicaciones sino también la seguridad, los bancos, la forma en la que se llevan a cabo las tareas en una empresa, y hasta los hospitales y sanatorios. Se trata de algo que está instalado en el día a día de la gente, pero ¿qué es lo que realmente se sabe de las conexiones a Internet?
Hay dos formas que se pueden utilizar para tener conexión: por un lado, se encuentran las conexiones satelitales, que se utilizan principalmente para aquellas zonas difíciles de llegar con cableado marítimo o terrestre, como es el caso de las zonas rurales. Por otro lado, están los cableados de fibra óptica, que se constituyen como el principal proveedor de Internet en la mayoría de las grandes ciudades. De hecho, el 97% de las conexiones globales se realizan mediante tendido de cables submarinos de fibra óptica, que luego llega a las ciudades mediante cableado terrestre.
Los expertos estiman que si uniéramos todos los cables existentes podríamos dar la vuelta al mundo 22 veces. Además, este tipo de conexiones está diseñado de tal forma que evita que se corte Internet en caso de que algún cable tenga desperfecto. “Los cableados están diseñados para que exista redundancia: el sistema tiene forma de “anillo” y cada salida terrestre cuente con otras vías de entrada y caminos alternativos” explicó Ernesto Curci, VP de Servicios y Gestión de Redes de CenturyLink LATAM.
Por ejemplo, uno de los cables que trae Internet a la Argentina es el South American Crossing, cableado que opera la empresa CenturyLink en América Latina, y que transporta 1,5 TB de datos por segundo. El mismo cuenta con redundancia y doble recorrido, llega por el Atlántico desde Brasil, amarrando en la localidad de Las Tonina. La elección de esta localidad se debe a las condiciones del fondo marino ya que no es rocoso y no presenta desniveles pronunciados. Desde allí cruza Argentina y Chile, conectando Buenos Aires y Santiago siguiendo su recorrido hasta Valparaíso conectando la costa oeste de Latinoamérica a través del Pacifico. El anillo se cierra cruzando Panamá y regresando al Océano Atlántico.
Si bien el cable tiene un diámetro entre 3 y 7 cm (dependiendo del tipo de que se trate) las fibras que lo componen tienen el grosor de un pelo, y uno podría preguntarse qué pasa cuando se requiere un mayor ancho de banda. La realidad es que la capacidad de los mismos se maneja desde los equipos instalados en las estaciones de amarre (landing stations), que añaden la tecnología necesaria para aumentar su velocidad. Hoy la tecnología ha permitido aumentar más de 50 veces la capacidad sin realizar cambios estructurales en los cables. Y esto se ha vuelto realmente necesario debido que, según la Cámara Argentina de Internet, desde 2011 el tráfico en la red aumentó casi 245 veces.
Además, los cables de fibra óptica permiten un ahorro de energía del 70%. Sin lugar a duda, la expansión de la fibra óptica en Argentina seguirá revolucionando la experiencia de los usuarios del país.